miércoles, 30 de septiembre de 2009

Imágenes secundarias de la Pasión según Sevilla.(I)

Fotografía: archivo Bernardo Jimenez


I. SIMÓN DE CIRENE (ER DE SAN ISIDORO, POR SUPUESTO).

Decía Antonio Núñez de Herrera, en su genial Semana Santa: Teoría y Realidad, que de todos los sanjuanes que acompañan a la Virgen, sólo el San Juan de la Amargura se libraba de ser un auténtico pelmazo. Pues bien, lo mismo le ocurre a los cirineos que ayudan ar Señó, la mayoría de ellos insípidos, inexpresivos y rígidos. Pero también entre los cirineos hay uno que no resulta ser un auténtico pelmazo: es el Cirineo de la Cofradía de San Isidoro; a éste lo miras y no puedes dejar de mirarlo. Pasa la Cofradía y se empieza a escuchá ener silencio de la noche y de la procesión, una improvisada letanía ar Cirineo: -"...que bien hecho está, lleva buenas ropas, te has fijao, tiene hasta un saquito con dinero, míralo cómo nos mira, qué ojos tiene, parece que está vivo, parece que nos quiere decí argo importante, se le vé al hombre cara de preocupao, a mí también me da mucha pena Simón..."-dice alguna piadosa mujer.

¿Quién era este hombre?


Según los evangelios: "los romanos obligaron a uno que estaba allí, a llevar la cruz de Jesús porque vieron que éste no llegaba vivo al Calvario","era Simón de Cirene","venía del campo","era uno que tenía dos hijos, Alejandro y Rufo","lo obligaron a cargar la cruz de Jesús"...E insisten en lo de la obligación.


Vamos a tratar de entendé a este pobre hombre que trincaron los romanos de mala manera pa que sujetara la cruz der Señó. Sabemos que era de Cirene, en la actual Libia, y que el hombre vivía ahora en las cercanías de Jerusalem. Vivía en el campo, no le gustarían mucho las ciudades, ni los comerciantes, ni los rabinos, ni las rameras, ni nada de eso; él a lo suyo, a las labores der campo, sus cabecitas de ganao y su parcelita pa sembrá. Pero los der campo, tarde o temprano, tienen que ir a la ciudad a por argo; semillas, abonos, útiles, cuerdas, etc...

Este buen hombre eligió un mal día, dejó a su mujé (los evangelios no nos dicen su nombre) con su hijo mayó, Alejandro, en la finca, y con su niño chico Rufo (que tendría unos siete añitos) tiró para la ciudad. Estaría buscando su puestecito, donde ya habría comprado antes, cuando escuchó el jaleo que se formó en plena calle. Los judíos, que les gustaba má una procesión que a un tonto un lápiz, empezaron a congregarse y hacé pasillo pa que er Señó y los dos ladrones pasasen por en medio, ya que así es la forma en que se vé mejó la Semana Santa, eso lo sabe to er mundo. Simón, sin saber que se iba a formá la de Dios en Cristo, ya se iba a marchar porque él no era mucho de cofradías (era más de campo) cuando sintió la punta de lanza de un legionario romano que lo requería violentamente... Y así empieza su particular calvario... Lo obligan a llevá la cruz der Señó, que ya pesaría, pero lo que más le pesa a él es que se le va de la mano su niño, er chico, er Rufo, y piensa que se le va a perdé en aquella bulla. Cogiendo la cruz y mirando al niño que se le va perdiendo de vista entre la plebe. Suponemos que alguien de buena voluntad se haría cargo der chiquillo hasta que volviese su padre. Cara de circunstancia era la que debía de llevá Simón cuando ya enfilaban cuesta arriba caminito del Gólgota. La misma cara der Cirineo de San Isidoro, que te mira a ti que lo ves pasar. Por eso parece que está vivo, los ojos los tiene como nublaos, pero no del esfuerzo, es más por la preocupación, por la incertidumbre, porque le han roto los esquemas. Él no había ido a la ciudad pa esto, él iba con su niño... Dónde estará er niño, lo habrá recogío alguien, por dónde empiezo luego a buscarlo, lo subirán al Calvario con lo chico que es... Parece que nos mira pa preguntarnos por estas cosas, es independiente su sufrimiento del sufrimiento der Señó, que tropieza entre cardos y ortigas. Son sufrimientos distintos; uno es el de la consumación voluntaria, y el otro es el de la indefensión más absoluta. Jesús acepta y carga su cruz por imperativo mesiánico (¡Hágase tu voluntad, no la mía!); y Simón arrancado de entre el pueblo, carga la cruz por un imperativo repentino, aleatorio y brutal (¡Tú, tú mismo, venga, ayuda a éste!).
El Cirineo de San Isidoro es el auténtico, porque el hombre está mirándote para que tú le digas que el niño está bien, que está con Nicodemo o con cualquier otro de buen corazón, que lo van a tratar bien, que le van a dar de comé mientras su padre vuelve del marrón ener que lan metío los romanos, que no le va a pasar nada malo, y que volverá con su padre cuando todo el follón se acabe. Pasa el Cirineo y sientes estas cosas, compartes su ansiedad en la mirada que te echa...

Y en la noche alta, desde un balcón muy cerquita de donde está el paso, surge la saeta antigua y corta:


"Con frío y descarzo

va caminando Jesú,
las fuerzas le van fartando.
Y ya no puede con la crú,
y un hombre le está ayudando".


(Texto publicado en la web cofradespasionensevilla el 4 de Marzo de 2009)


-Apostilla castiza: En el Semana Santa en Sevilla de Eugenio Noel (1916) se recoge esta peculiar saeta: 

"No aguanta de güena gana
er tío que va detrá...
¡Por cariá Sirineo,
ayúdalo un poco má!"




No hay comentarios:

Publicar un comentario