martes, 18 de agosto de 2015

El poeta en Nueva York que cantó la antigua tarde de la Cruz.


Golgotha" (E. Munch)



      Crucifixión. (1929)

La luna pudo detenerse al fin por la curva blanquísima de los caballos.
Un rayo de luz violenta que se escapaba de la herida
proyectó en el cielo el instante de la circuncisión de un niño muerto.
La sangre bajaba por el monte y los ángeles la buscaban,
pero los cálices eran de viento y al fin llenaba los zapatos.
Cojos perros fumaban sus pipas y un olor de cuero caliente
ponía grises los labios redondos de los que vomitaban en las esquinas.
Y llegaban largos alaridos por el Sur de la noche seca.
Era que la luna quemaba con sus bujías el falo de los caballos.
Un sastre especialista en púrpura
había encerrado a tres santas mujeres
y les enseñaba una calavera por los vidrios de la ventana.
Las tres en el arrabal rodeaban a un camello blanco,
que lloraba porque al alba
tenía que pasar sin remedio por el ojo de una aguja.
¡Oh cruz! ¡Oh clavos! ¡Oh espina!
¡Oh espina clavada en el hueso hasta que se oxíden los planetas!
Como nadie volvía la cabeza, el cielo pudo desnudarse.
Entonces se oyó la gran voz y los fariseos dijeron:
Esa maldita vaca tiene las tetas llenas de leche.
La muchedumbre cerraba las puertas
y la lluvia bajaba por las calles decidida a mojar el corazón
mientras la tarde se puso turbia de latidos y leñadores
y la oscura ciudad agonizaba bajo el martillo de los carpinteros.
Esa maldita vaca
tiene las tetas llenas de perdigones,
dijeron los fariseos.
Pero la sangre mojó sus pies y los espíritus inmundos
estrellaban ampollas de laguna sobre las paredes del templo.
Se supo el momento preciso de la salvación de nuestra vida.
Porque la luna lavó con agua
las quemaduras de los caballos
y no la niña viva que callaron en la arena.
Entonces salieron los fríos cantando sus canciones
y las ranas encendieron sus lumbres en la doble orilla del rio.
Esa maldita vaca, maldita, maldita, maldita
no nos dejará dormir, dijeron los fariseos,
y se alejaron a sus casas por el tumulto de la calle
dando empujones a los borrachos y escupiendo sal de los sacrificios
mientras la sangre los seguía con un balido de cordero.
Fue entonces
y la tierra despertó arrojando temblorosos ríos de polilla.


 Federico García Lorca.



Al igual que las personas, a veces los poemas tienen extraños destinos. Este poema Crucifixión que Lorca consideraba fundamental para su obra Poeta en Nueva York, no fue incluido en las ediciones del libro por una serie de extravíos y de desencuentros. Hasta 1950 no vio la luz en una revista de poesía. Ya en 2007 su manuscrito original fue subastado en Londres.

Lorca lo consideraba imprescindible en el libro. En una carta de Lorca a Miguel Benítez, su editor:


"Queridísimo Miguel. Estoy poniendo a máquina mi libro de Nueva York para darlo a la prensa el próximo mes de octubre; te ruego encarecidamente me mandes a vuelta de correo el poema Crucifixión puesto que tú eres el único que lo tienes y yo me quedé sin copia. Desde luego irá en el libro dedicado a ti. Por primera vez en mi vida dicto una carta que está escrita por mi secretario. Miguel, ten la bondad de ser bueno y mandarme ese poema, porque es de los mejores que llevará el libro".



El día en que Federico García Lorca emborronó un papel con los versos de Crucifixión, supo que le habían alumbrado todas las musas. Fue en Nueva York, abrumado por las "vacas con tetas llenas de perdigones" y por "temblorosos ríos de polilla"

(La Crucifixión según Lorca. R.Torres-Ruiz Mantilla. El Pais 27-11-07)


 

Espero que ahora lo disfruteis. Es otra mirada poética a la Pasión de Cristo, es la Pasión según Federico García Lorca.

Texto publicado en Pasión en Sevilla el 7 de Enero de 2011.

PD: Aún no lo tenía subido al blog, qué mejor día que hoy.

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