sábado, 1 de junio de 2013

Al hombre del carrito.


Seguro que habéis visto muchas veces ese carrito que marca el fin de la comitiva cuando ya la cofradía se aleja. Si le echáis una ojeada curiosa a su interior, veréis que casi siempre en el carrito hay una escalera (otra stairway to heaven: una escalera sevillana hacia el cielo), o los útiles necesarios para atender cualquier contratiempo, como el plástico para el palio por si llueve, o los cirios, las varas y las cruces que se abandonaron, o los cirios rotos que se cayeron de las manos de los nazarenos... Todas estas cosas puede empujar el hombre del carrito, al que nosotros vemos pasar fielmente tras la cofradía.

Pero el hombre del carrito también nos empuja y nos lleva, de alguna otra forma, a nosotros mismos en su carro. Año tras año, lo hemos visto pasar lentamente (nunca lleva prisa el hombre del carrito) y en el interior de su carrito han ido cayendo los trocitos de nuestra propia vida; y así, como reposan allí los trozos de cirios que se partieron, allí nuestros sueños incumplidos, nuestras renuncias, las cosas que abandonamos o aquello que olvidamos son también parte de su nostálgica carga.

No hay mejor lugar que el que ocupa el hombre del carrito en la cofradía, ni mejor labor. Siempre está contemplando a lo lejos la trasera de un paso que nunca termina de irse y recogiendo con afán lo que se abandona, lo que se olvida, lo que se rompe, para que no se pierda para siempre. 

Al hombre del carrito, cofrade último, que empuja lentamente su carga de utilidad y de renuncia. Hoy me ha pillado a mí con su carrito. No he podido esquivarlo, y mira que venía lento.


Texto publicado en la web cofradespasionensevilla el 30 de Noviembre de 2010

1 comentario:

  1. El que nos arranca un suspiro de nostalgia cuando vemos la trasera perderse por la calle.

    Saludos.

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